A pesar de las insistentes promesas, compromisos y desmentidos de Rajoy durante todo el año pasado, la economía española incumplió en 2015 el objetivo de déficit pactado con Bruselas para el conjunto de las Administraciones Públicas. Resulta paradigmático cómo este tipo de situaciones ocupan primeras planas o son relegadas a las páginas salmón de los periódicos según quién gobierne, o las diferentes reacciones que provocan en las instituciones europeas encargadas de supervisar este rigor presupuestario.
Lo mismo ocurre a escala internacional: Francia es el país de la UE que más veces ha incumplido el Pacto de Estabilidad europeo y, junto con Alemania, se han saltado ya 16 veces los límites de déficit o deuda desde la firma del Tratado de Maastricht. Sin embargo no hemos visto que la Troika practicase allí golpes de Estado financieros como el ocurrido en Grecia hace unos meses cuando pretendió salirse de las normas austericidas y deudocráticas fijadas por los poderes neoliberales.
El enésimo ejemplo de una importante lección: las leyes no son más que la codificación normativa de la correlación de fuerzas dada. Si queremos romper con el corsé de la austeridad, no basta con política de gestos y compromisos vacíos: tenemos que generar poder popular en las calles y en los centros de trabajo que se articule con las posiciones institucionales ganadas.
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