Redacción Viento Sur de 08/01/2015
El asesinato colectivo perpetrado el 7 de enero en la sede del semanario
Charlie Hebdo
es un acto de barbarie terrorista que debe ser condenado sin
paliativos. Han matado a personas por el sólo hecho de haber expresado
opiniones. Pretenden aterrorizar a la población para que nadie más se
atreva a expresar ideas parecidas. Quieren que la libertad de expresión
deje de existir cuando los autores (o el grupo con el que se identifican
o pertenecen) consideren que son blasfemas para su religión. Si esto
último llegara a suceder, la libertad de expresión habría desaparecido y
la sociedad se vería envuelta en luchas sectarias. Hay muchos ejemplos
históricos y
actuales
de las consecuencias de penalizar la libertad de expresión por motivos
religiosos. Por eso hay que dejar bien claro que la libertad de
expresión incluye lo que una religión particular puede considerar una
blasfemia.
Lo anterior no significa aprobar todas las acciones que son fruto de
la libertad de expresión, pues algunas pueden ser realmente injuriosas o
propiciar enfrentamientos perjudiciales en la sociedad. Frente a los
usos que se consideran nocivos de la libertad de expresión existen los
derechos de contestar, polemizar, manifestarse o recurrir a la ley. En
Francia el delito de blasfemias fue suprimido por la revolución francesa
en 1791, pero están penalizadas la injuria, la difamación, la
incitación al odio racial o el negacionismo. Y el debate sobre la
libertad de expresión, incluido cómo la utiliza
Charlie Hebdo, goza de buena salud. Las opiniones contrarias u ofensivas deben combatirse ejerciendo las libertades, no cercenándolas.
Los responsables del atentado de París son personas concretas y,
quizá, una organización concreta. Pero nunca se puede extender esta
responsabilidad a religiones, etnias o grupos nacionales. Hacerlo
supondría, además de una injusticia manifiesta, responder a una barbarie
con otra y fomentar los odios entre la población; algo especialmente
grave en un momento en que es más necesaria que nunca su unidad y
solidaridad frente a los ataques del poder. No es seguro que esta
extensión de responsabilidad no se produzca en Francia, donde existe una
potentísima organización xenófoba, el Frente Nacional, y donde después
del atentado se han producido los primeros ataques contra mezquitas y
locales musulmanes. El racismo, la xenofobia, la
islamofobia y la discriminación deben ser condenados enérgicamente.
Nuestra condena al atentado contra
Charlie Hebdo, nuestra
solidaridad con la víctimas, sus familiares, colegas y amigos, es en
nombre del derecho a la vida, a la libertad y a la dignidad humanas, y
de la solidaridad de las personas por encima de religiones, etnias,
nacionalidades o países de origen. No tiene nada que ver con otras
expresiones de condena que proliferarán estos días por parte de los que
cercenan vidas para defender intereses imperialistas, utilizan todos los
pretextos para limitar la libertad, imponen políticas que atentan a la
dignidad de muchas personas o propagan ideologías que discriminan por
causa de la religión la etnia o la nacionalidad.
Rendimos un sincero homenaje a todas las víctimas del atentado de París; un reconocimiento a la tarea de
Charly Hebdo
en defensa de la libertad de expresión; y guardamos un recuerdo muy
especial de su director, Charb, cuyos dibujos ilustran el libro “El
capitalismo en 10 lecciones”, publicado en nuestra colección. Aunque no
podremos estar allí, nos solidarizamos con la
manifestación convocada el domingo 11 de enero en París por la LDH, Licra, Mrap y SOS Racisme con el lema:
“Nous sommes tous Charlie”.